Frecuentemente el abusador forma parte del círculo cercano y de confianza del niño o niña, bien como parte de la familia o amigos , lo que hace que el acceso a estos peques sea fácil al igual que la intimidación o convencimiento para que no diga nada, normalmente a través del miedo.
Según la RAE, el miedo es la sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario. O el sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea.
Esta definición está muy bien cuando somos adultos con capacidad de raciocinio y de identificar sensaciones en nuestro cuerpo.
Ahora bien, pensemos en que hablamos de niños y niñas que no son capaces de poner en palabras muchas sensaciones y que las emociones abstractas les son complicadas de entender.
El miedo es algo irracional, que no se controla.
Pongamos un ejemplo: imaginemos que a nuestro peque le sucede algo y tenemos que llevarle al hospital, queda ingresado y los médicos no saben decirnos qué le sucede o cuál puede ser su evolución. En ese momento nos invade un miedo que a muchos puede paralizar. Nos crea impotencia y en muchos casos entras en un estado de “stand by” donde ni sientes ni padeces. En ese estado nos cuesta bastante ser capaces de razonar, relativizar e incluso a veces de llorar o mantener conversaciones coherentes.
Entonces… si nosotros como adultos podemos llegar a ser paralizados por el miedo, ¿un niño o niña con miedo? ¿Nos contaría lo que le ha sucedido? ¿Acaso sabe lo que le ha pasado?
Poniéndonos ya en situación, seguro que nos es mucho más fácil ver que la opción de “mi hijo o hija me lo contaría” no es algo muy real.
En la mayoría de los casos el miedo se mezcla con la sensación de culpa: “Esto me ha pasado porque yo he hecho algo”. Y pensareis, ¿qué culpa va a tener un niño? Pues ninguna, indudablemente. Pero lo pensamos desde una conciencia adulta. Su mundo es mucho más complejo por la sencillez, vulnerabilidad e indefensión del mismo.
Partimos de la base que no saben muy bien qué ha sucedido debido a su inmadurez psicosexual. Sólo sienten que no les ha gustado, que tienen miedo de hablar por las probables amenazas que su abusador les ha inculcado y también por el miedo al rechazo por parte de su familia y amigos al pensar que él o ella ha tenido algo que ver.
Acaban de romper su pequeño mundo y se encuentran sin muchas herramientas para arreglarlo y con una inseguridad brutal.
Además, si el abuso es entre los miembros más cercanos, lo que consideramos el núcleo familiar, uno de los daños más importantes se encontrará en el concepto de afecto y cuidado, ya que este pasará a ser sexualizado y considerado como una relación normal.
La distorsión de la realidad frente a las relaciones interpersonales es algo que tras un abuso sexual se ve afectado, hasta que el niño o niña lo cuenta en algún momento de su vida. Y se supera a través de un trabajo personal, acompañado la mayoría de las veces por un profesional.
Es importante que nos quedemos con que las dos emociones más importantes que va a sentir el niño o niña son: el miedo y la culpa.
Estas serán las bases de muchas de las consecuencias que podremos notar en sus cambios de comportamiento respecto a su relación con el mundo exterior y con el concepto de identidad sobre su persona.
- Por Amaia